El sello de la la bestia ya está
En Suecia, más de 6000 personas ya llevan microchips del tamaño de un grano de arroz implantados bajo la piel de sus manos. Estos dispositivos permiten abrir puertas, pagar boletos de tren, acceder a oficinas o iniciar sesión en computadoras con solo un movimiento.
El chip, hecho de biovidrio, no tiene batería y funciona mediante identificación por radiofrecuencia (RFID). Su instalación tarda menos de 10 segundos y cuesta alrededor de 150 euros. La iniciativa busca crear una sociedad más práctica, donde la identidad física y digital se fusionen.
Sin embargo, el debate ético está abierto: defensores lo ven como el futuro del acceso seguro, mientras los críticos temen por la privacidad y el rastreo. Pese a ello, el movimiento “biohacker” continúa creciendo en Europa.
Suecia no solo innova en tecnología, sino también en la relación entre el cuerpo humano y la era digital.
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